La Confianza
Con las noticias que recibimos constantemente, un aspecto que mueve a preocupación es la pérdida de la confianza en los humanos que, en forma general, uno va sufriendo día a día. ¿Alguna vez se han puesto a pensar en el papel fundamental que desempeña la CONFIANZA en las relaciones humanas y la sociedad en general? Ciertamente entiendo que sin la confianza todo el funcionamiento de la sociedad humana, tal como la conocemos, tropezaría con grandes dificultades.
Situaciones diarias muy simples, que uno ni siquiera se da cuenta, requieren de una gran dosis de confianza en los demás seres humanos:
1) Un peatón que cruza una calle pasando frente a vehículos parados en un semáforo en rojo, simplemente está confiando en que los conductores de vehículos son los suficientemente sensatos y civilizados como para respetar los semáforos. Esos peatones están de alguna manera confiando la seguridad de su vida en esos los conductores. De no poder sentir (en mayor o menor grado) esa confianza, nunca se atreverían los peatones a cruzar las calles.
2) Cuando uno está en una barbería o peluquería, a merced de las tijeras en manos de los peluqueros, ¿no está uno confiando su integridad física en la habilidad y hasta la sanidad de esas personas? ¿Qué va uno a hacer, si no es tener esa confianza? ¿Convertirse uno en su propio peluquero?
3) Cuando uno va a comer en un restaurante, uno prácticamente está confiando su salud y - por qué no - hasta su vida misma, en la honestidad y buena fe de los cocineros que uno ni siquiera conoce. Similarmente, cuando uno se toma un refresco embotellado, no hay nada que nos asegure que el líquido que uno va a consumir no esté contaminado o hasta envenenado. Uno simplemente confía en el control de calidad de los fabricantes. Pero, ¿qué otra posibilidad existe si no es así? ¿Ponerse uno a realizar un análisis químico antes de tomarse cada botella de refresco?
Así, en nuestro diario vivir, depositamos nuestra confianza en la buena fe y decencia de otras personas y, recíprocamente, esas mismas personas u otras también confían en nosotros. Algunos habrán tenido la fortuna de encontrarse con personas en las que ustedes pueden tener siempre la confianza absolutamente en un 100%. Personas sobre las que están seguros de que lo que les dicen es cierto, o si les prometen algo es porque van a cumplirlo, o por lo menos harán el 100% de su esfuerzo por lograrlo. Por otra parte, ¡cuán triste y penoso es cuando la confianza que depositamos en otras personas es traicionada! Los ejemplos abundan, desde empleados que engañan o roban a sus patrones y viceversa; empresas que engañan a sus clientes (y también viceversa); hasta personas que traicionan la fidelidad de sus parejas.
A mí lo que motivó a escribir y compartir estas divagaciones es la tristeza que me invade saber que la sociedad actual impone muchas veces que desconfiemos, en primera instancia, de los demás hasta que nos demuestren que sean confiables. Es penoso, por cuanto siempre he tenido (o por lo menos he querido tener) la confianza en la decencia y honestidad innata de los humanos. Pero la realidad actual puede ser que sea otra, y uno tiene que adaptarse a ella. Simplemente pienso que uno debe poner de su parte, y contribuir en su ámbito, no importa cuan limitado o pequeño sea, a que la confianza sea mantenida o restaurada. ¿De qué manera? Asegurándose de que nunca le falle a la confianza que las demás personas depositen en uno.
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El texto anterior lo escribí y lo compartí mediante mensaje electrónico hace poco más de seis años (3/Jul/2001). Me pareció pertinente rescatarlo. Y para añadir un tono más jocoso a un tema, de por sí serio, que fue tratado con un estilo quizás demasiado severo, agrego el siguiente párrafo de reflexión:
En última instancia la supervivencia de la especie humana confrontaría realmente serias “dificultades técnicas” de no ser viable la confianza entre los humanos. ¿Cómo procrearíamos los hijos si no se pudiera confiar en que nuestra pareja esté libre de, por ejemplo, HIV? Porque como las personas no tienen los ojos puestos en sus parejas todo el tiempo, no hay garantía absoluta de que no hayan tenido una aventurita por allí y hayan recibido ese virus de regalito. Bueno, pero aún en ese caso extremo todavía no todo está perdido – gracias a la ingeniosidad humana y los avances de la ciencia: Podemos recurrir a la inseminación artificial, fertilización in Vitro, etc., etc. Claro, asegurándonos de que podamos crear procedimientos que nos permitan confiar en que las “materias primas” utilizadas por los laboratorios y clínicas provengan efectivamente de las parejas interesadas. Aahhhhh esperen un momentito, que por poco se me olvida: Y que también podamos confiar en que hayan esterilizado bien los recipientes e instrumentos que vayan a utilizar, etc., etc.,...., etc. (creo que sería una lista cuasi infinita de etcéteras) :-)
Abrazos.
Foto: FreeDigitalPhotos.net
1) Un peatón que cruza una calle pasando frente a vehículos parados en un semáforo en rojo, simplemente está confiando en que los conductores de vehículos son los suficientemente sensatos y civilizados como para respetar los semáforos. Esos peatones están de alguna manera confiando la seguridad de su vida en esos los conductores. De no poder sentir (en mayor o menor grado) esa confianza, nunca se atreverían los peatones a cruzar las calles.
2) Cuando uno está en una barbería o peluquería, a merced de las tijeras en manos de los peluqueros, ¿no está uno confiando su integridad física en la habilidad y hasta la sanidad de esas personas? ¿Qué va uno a hacer, si no es tener esa confianza? ¿Convertirse uno en su propio peluquero?
3) Cuando uno va a comer en un restaurante, uno prácticamente está confiando su salud y - por qué no - hasta su vida misma, en la honestidad y buena fe de los cocineros que uno ni siquiera conoce. Similarmente, cuando uno se toma un refresco embotellado, no hay nada que nos asegure que el líquido que uno va a consumir no esté contaminado o hasta envenenado. Uno simplemente confía en el control de calidad de los fabricantes. Pero, ¿qué otra posibilidad existe si no es así? ¿Ponerse uno a realizar un análisis químico antes de tomarse cada botella de refresco?
Así, en nuestro diario vivir, depositamos nuestra confianza en la buena fe y decencia de otras personas y, recíprocamente, esas mismas personas u otras también confían en nosotros. Algunos habrán tenido la fortuna de encontrarse con personas en las que ustedes pueden tener siempre la confianza absolutamente en un 100%. Personas sobre las que están seguros de que lo que les dicen es cierto, o si les prometen algo es porque van a cumplirlo, o por lo menos harán el 100% de su esfuerzo por lograrlo. Por otra parte, ¡cuán triste y penoso es cuando la confianza que depositamos en otras personas es traicionada! Los ejemplos abundan, desde empleados que engañan o roban a sus patrones y viceversa; empresas que engañan a sus clientes (y también viceversa); hasta personas que traicionan la fidelidad de sus parejas.
A mí lo que motivó a escribir y compartir estas divagaciones es la tristeza que me invade saber que la sociedad actual impone muchas veces que desconfiemos, en primera instancia, de los demás hasta que nos demuestren que sean confiables. Es penoso, por cuanto siempre he tenido (o por lo menos he querido tener) la confianza en la decencia y honestidad innata de los humanos. Pero la realidad actual puede ser que sea otra, y uno tiene que adaptarse a ella. Simplemente pienso que uno debe poner de su parte, y contribuir en su ámbito, no importa cuan limitado o pequeño sea, a que la confianza sea mantenida o restaurada. ¿De qué manera? Asegurándose de que nunca le falle a la confianza que las demás personas depositen en uno.
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El texto anterior lo escribí y lo compartí mediante mensaje electrónico hace poco más de seis años (3/Jul/2001). Me pareció pertinente rescatarlo. Y para añadir un tono más jocoso a un tema, de por sí serio, que fue tratado con un estilo quizás demasiado severo, agrego el siguiente párrafo de reflexión:
En última instancia la supervivencia de la especie humana confrontaría realmente serias “dificultades técnicas” de no ser viable la confianza entre los humanos. ¿Cómo procrearíamos los hijos si no se pudiera confiar en que nuestra pareja esté libre de, por ejemplo, HIV? Porque como las personas no tienen los ojos puestos en sus parejas todo el tiempo, no hay garantía absoluta de que no hayan tenido una aventurita por allí y hayan recibido ese virus de regalito. Bueno, pero aún en ese caso extremo todavía no todo está perdido – gracias a la ingeniosidad humana y los avances de la ciencia: Podemos recurrir a la inseminación artificial, fertilización in Vitro, etc., etc. Claro, asegurándonos de que podamos crear procedimientos que nos permitan confiar en que las “materias primas” utilizadas por los laboratorios y clínicas provengan efectivamente de las parejas interesadas. Aahhhhh esperen un momentito, que por poco se me olvida: Y que también podamos confiar en que hayan esterilizado bien los recipientes e instrumentos que vayan a utilizar, etc., etc.,...., etc. (creo que sería una lista cuasi infinita de etcéteras) :-)
Abrazos.
Foto: FreeDigitalPhotos.net
Etiquetas: Reflexiones