10/12/2007

Drive Through

A mí me ha gustado la manera en que Gerardo se sentó a decirnos hola. Como un aquí estoy, paso por el cajero, le muestro mi identificación y pago. En la ventanilla de "Los Diletantes", Gerardo Peralta ha ponchado un hola exitoso, la tarjeta aprobó. Gerardo, a quien conozco muy poco pero como que mucho, me recuerda el encuentro rarísimo pero interesantísimo porque el cafetín de la Churchill se transformó en el Café Rex, yo tenía cara de Witold Gombrowicz y él personificaba a Ernesto Sábato. Claro, esta comparación es casi un insulto a tan grandes personajes, pero me basta con la sensación de ese intercambio.

Diferente situación porque el proceso de Franz fue como el Juicio de Baninter. Allí estábamos con pantalla de laptop enfrente, calladitos, sin decirnos casi nada, para escribirnos "De seres inoxidables" de ida y vuelta y sus continuaciones por email; es mi atesorado recuerdo con Franz García. Las paredes en tela muy chic de Mrs. Teapot y mini mesitas de té, todo ello una poesía que imagino que Franz definiría como una mierda de decoración muy fresa, y en frente, cambiando pieles: Boas, Kafka, Liszt, Marc, Oppenheimer, Schubert, Werfel y todos los Franz de la bolita del mundo a la misma hora de las seis de la tarde. Luego de que Franz dejara de odiarme, no volví a sentirme una "outsider", como si habiéndonos cansado de blandir las espadas insultantes, nos hubiéramos tenido que sentar a lamernos mutuamente unas heridas profundas y nos diéramos cuenta de que tenemos el mismo factor RH.

Pasen, pasen, ordenen sus ideas y paguen. Así me gusta, Gerardo. Franz, dígnate a dejarnos escrito algo.