9/18/2006

Michael Moore

puede ser un maldito loco, al menos tiene el aspecto propio para ser sujeto de tal sustantivo; pero sus documentales son un buen filete al carbón: sustanciosos, sin aditivos, digeribles. Los puedes ver incesantemente. Mi personal favorito es Fahrenheit 9/11. No es que no me guste Bowling for Columbine, pero todavía el primero citado es de lujo. Yo me pregunto si será cierto que él ha investigado lo suficiente como para darse el lujo de decir todas las verdades que dice sin que lo puedan refutar. Al menos a mí me parece veraz y no por nada muestra documentos. Sin pecar de bruta, imagino que sus documentos deben ser tan reales como para que él los saque a la luz pública. Yo me pregunto si Bush padre, no así el hijo que todos sabemos que nada tiene dentro de ella, no querrá comerse su propia cabeza en respuesta. Yo me pregunto lo que siempre me he preguntado desde que mi corazón rechazó a Reagan hasta que se convirtió en una norma con cada Republicano electo, ¿cómo es que una sociedad que se cree tan grande como para invadir, pisotear y ordenar en casa ajena no hace lo propio con la suya?

Hay que recordar los orígenes del partido. Hay que recordar quienes lo mantienen vigente. Hay que recordar que para autodenominarse conservador se requiere de mesura (dentro de la medida apropiada, dice la definición de conservador), de moral y de ejemplo propio. Ningunas de las anteriores son las cualidades del actual sistema gubernamental de los Estados Unidos de América, o mejor dicho, de su presidente y su gabinete.